El antecedente más remoto donde podemos localizar las raíces de la llegada al poder de Hitler es en los años posteriores a la derrota de Alemania en la Gran Guerra, el impacto producido por los tratados firmados en el marco de la paz de Paris al año posterior de finalizar la guerra (siendo el mas importante el de Versalles), derivo en una penalización y un trato desigual entre los aliados y las potencias centrales. Con respecto al pais germánico, se acordó: Aceptar la responsabilidad total de la guerra, reducción del ejército y sanción económica de 226 mil millones de marcos de oro, prohibir el funcionamiento de fábricas de armamento de guerra y la repartición de los territorios de Alsacia y Lorena (devueltas a Francia luego de ser anexadas al territorio germánico producto de la guerra franco-prusiana).
Dichas medidas fueron alentadas por el ala dura de Francia, bajo el mando del mariscal Foch, en donde a través del revanchismo se buscaba hundir a los germánicos a través de la quita de territorios vitales, evitar su unidad y la imposición de una deuda gigantesca, a diferencia de Clemenceau que buscaba una posición más reconciliadora con Alemania con el fin de evitar que se conformen a futuro gobiernos que buscarían recuperar estos territorios arrebatados a través de la guerra.[1] Esto último también es advertido por Keynes, ya que ante la quita del territorio que contenía una de las principales fuentes económicas (carbón y el hierro), llevaría a un empobrecimiento de la población que culminaría con una venganza a las potencias occidentales[2].
Todas estas medidas en lo único que derivaron fue que se genere una imposibilidad en el pago (ya que no estaba en condiciones de afrontar una deuda tan grande) y un resentimiento no solo hacia los judíos (acusados de ser unos de los factores de la derrota alemana), los pacifistas (mayormente partidarios de izquierda) o los aliados, sino a la cúpula política y militar de la recientemente creada Republica del Weimar. El resentimiento contra estos dos grupos no es algo que haya comenzado al finalizar la guerra, sino que se gesta durante los últimos años de la misma, ya que la jerarquía más elevada del comando del ejército alemán (Oberste Heeresleitung o OHL) liderada por Moltke, Falkenhayn y Hindenburg, decide implantar la táctica de guerra total, donde toda la población es movilizada y todas las actividades son destinadas al esfuerzo (industrial, medios de comunicación, estado e incluso educación). Ante el colapso de la situación, se generan una gran cantidad de hambrunas y sequias (invierno de los nabos), que llevan a disturbios y saqueos producto del clima y la desnutrición, algo que seria acompañado por el auge del mercado negros, la inflación (que en Weimar se transforma en una hiper) y los paros laborales ante la ineficiencia del estado. Todo esto lleva a que los únicos que pueden alimentarse son los empresarios, los políticos, la pequeña burguesía y la cúpula militar.
En conjunto, se reportaban casos de amotinamientos por parte de los soldados, como el de la ciudad de Kiel en octubre de 1918, producido por la corrupción dentro de las fuerzas armadas, ya que mientras los cargos más altos recibían la mayor parte de los alimentos, el resto no recibía nada. Este panorama no es prestado atención por el OHL el cual apretaba a la población para que produzca más armas y munición, con el fin de lograr su objetivo bélico ya que sostenían que las conquistas y anexiones llevarían a una victoria y una aprobación de las masas, lo que le permitiría mantener la estructura social y política del pais.[3] A raíz de esto, se comienzan a gestar diferentes formas de gobierno entre los sectores políticos. Por el lado de los conservadores se quería dar paso a una dictadura militar que destituyera al canciller Hollweg, nucleados bajo partidos nacionalistas de extrema derecha tales como el Partido de la Patria liderado por Wolfgang Kapp y Von Tirpitz. Por el lado de los progresistas, católicos y socialdemócratas se quería buscar un armisticio sin anexiones ni indemnizaciones, representados bajo el Partido Socialdemócrata Independiente de Alemania (USPD), los cuales representaban a la izquierda y los obreros.[4] Al partido de Kapp y Tirpitz le continuaría el Partido Obrero Alemán de Drexler y Harrer, hasta que un año después lo suceda el Partido Nacionalsocialista obrero Alemán, logrando a lo largo de la década del 20 un fuerte apoyo, no únicamente de los sectores obreros, sino también de las clases medias y bajas. Este éxito de lograr adeptos de diferentes clases se logró a través de la canalización del odio a Versalles, las penurias económicas (agravadas por la gran depresión del 29), las potencias aliadas (se criticaban los planes de reparación Dawes & Young como una forma de dependencia económica con EE. UU).
La base electoral de Hitler no fue formada desde cero, sino que fue tomada de la base de Hindenburg, con ideas casi similares, pero proviniendo de personas totalmente diferentes (Hindenburg era un prusiano que no quería a los alemanes y se sentía más cómodo entre aristocráticos los cuales veían con desprecio a Hitler, un joven austriaco proveniente de sectores medios-bajos). Canalizaba a católicos, protestantes, nacionalistas y anticomunistas, siendo criticado por algunos sectores de la clase media y alta que tenían una postura conciliadora con los aliados. Hitler por el otro lado, reunía estas ideas, pero bajo una figura activa, joven y con mejor oratoria, desplazando al mismo, adueñándose del Partido Nacional del Pueblo Alemán. [5]
Por otro lado, Hitler, a diferencia de los otros grupos nacionalistas, logra tener éxito en las elecciones del 32 y 33 debido a que los otros no veían los cambios constantes que se daban en la sociedad alemana, no vieron la perdida de credibilidad de las clases medias en los gremios (perdida de los intereses corporativos), como tampoco los casos de corrupción que estaban aconteciendo en la Republica del Weimar. Esto afecta también a los partidos socialdemócratas, ya que, al asociarse mucho con el gobierno de la república, se asoció a los socialdemócratas con la corrupción. A su vez, los nazis logran crear la concepción de poder bajo la Volksgemeinschaft o comunidad popular, la cual veía a la nacion como un todo, donde cada uno de los alemanes, independiente de su estatus, tenia importancia y participaba en el futuro próspero de la nación perdido en la guerra y en Weimar.
En base a esto, muchos partidos nacionalistas se fueron adhiriendo a los nazis, ya que lo veían como el único partido fuerte, con base sólida y un líder joven. Por último, se logra la inclusión del obrero alemán al partido (rechazado por los nacionalistas conservadores), aprovechando las falencias de los partidos comunistas y los socialdemócratas, ya que mientras el primero se abocaba a fomentar un ideal rechazado por gran parte de la sociedad, el segundo se abocaba mas en proteger los intereses de los miembros del partido, el nazismo proponía la creación de grandes puestos de trabajos bajo el eslogan “Pan y Trabajo”.
En síntesis, el triunfo de Hitler se logro debido a que compartían un discurso anti marxista y nacionalista como los conservadores, pero atendían las necesidades colectivas y sociales como los socialistas, integrando al obrero y proyectando un modelo diferente a los anteriores, bajo el ideal del Volk (nacion), donde se buscaba integrar a todos los sectores, desde obreros hasta clase media bajo la bandera del nacionalismo y el odio al individualismo.[6]
El caso de Mussolini fue similar: era un veterano de guerra que había tenido inicios en el socialismo y había abogado por la intervención italiana en la guerra a través de publicaciones en el diario socialista ¡Avanti!, debido a la postura antibelicista de la izquierda, es echado del partido y funda su propio diario, Il Popolo d´Italia. Al finalizar la guerra y pese a que Italia obtiene la victoria, no se le acredita ningún territorio prometido, sino que se le dan pequeños territorios tales como Trieste o Trentino y una ganancia pequeña que no alcanzaba para apalear el hambre y la miseria reinante en el pais, agraviado por la incapaz dirección de la monarquía a lo largo de los años. Al igual que en Alemania, se genera un resentimiento interno y externo: A nivel exterior, las democracias (representadas por Reino Unido y Francia) y a nivel interno la monarquía y los responsables de haberlos metidos en una guerra inútil. Ante este antibelicismo y antimonarquismo, los socialistas ganan las elecciones de 1919 y 1921, en el periodo denominado como el bienio rosso, donde se dan una serie de revueltas en fábricas.
Este auge obrero provoca un “terror rojo” entre las elites conservadoras y los dueños de las fábricas, las cuales junto a la monarquía veían su liderazgo en peligro. Ante esto Mussolini, el cual había logrado una gran popularidad a través de la utilización de un discurso en masa aprovechando la innovación de la radio[7], se aprovecha de esto y conforma las Fasci italiani di combattimiento, un grupo de choque que permite, junto a la implementación de milicias como las camisas negras, garantizar la alianza con las monarquías, las elites conservadoras y los dueños de las fábricas.
Pero Mussolini sabía que para fortalecer el poder no bastaba con tener milicias, sino que también debía tener una organización política. En conjunto a las divisiones de los partidos socialdemócratas (debido a la visión de la propiedad de la tierra y la posición de la religión en las escuelas), Mussolini se gana a las viejas elites por miedo a un avance comunista en Italia y funda en el 21 el Partido Nacional Fascista, que comienza a crecer exponencialmente y ante esto, el primer ministro Gioliti incluye a los fascistas en su plataforma para lograr la propia supervivencia, culminando que ante una demostración de fuerza como fue la marcha sobre Roma en Octubre del año siguiente, el rey italiano Víctor Manuel III, para evitar una posible abdicación al trono, le entregue el cargo de primer ministro a Mussolini. Ante esto se ven similitudes entre Hitler y Mussolini: Ambos llegan al poder sin la necesidad de hacer un golpe estado y, por otro lado, este acuerdo hecho entre conservadores y fascistas, (similar al de las clases medias y los partidos nacionalistas con el nazismo), no era del todo ideal para ninguno de los dos, pero las alternativas que se presentaban eran un gobierno de izquierda o una dictadura que excluiría conservadores parlamentarios y fascistas[8]. Tanto el fascismo como el nazismo (y en gran medida el comunismo), utilizaron la sacralización de la política, afianzándose como religiones políticas y definiendo el significado de la vida y el fin último de la existencia.[9]
FUENTES Y REFERENCIAS
[1] Robert Alexandre Clarke Parker. (1974). La paz con Alemania. En El siglo XX. Europa, 1918-1945(4-5). Madrid: Siglo XXI editores. [2] John Maynard Keynes. (1987). Los remedios. En Las consecuencias económicas de la paz (174). Barcelona: Critica. [3] John Howard Morrow. (2014). 1917: El Apogeo. En La gran guerra (464-468). Buenos Aires: Edhasa. [4] John Howard Morrow. (2014). 1917: El Apogeo. En La gran guerra (470). Buenos Aires: Edhasa. [5] Peter Fritzsche. (2006). Enero de 1933. En De alemanes a nazis (156-165). Buenos Aires: Siglo XXI. [6] Peter Fritzsche. (2006). Enero de 1933. En De alemanes a nazis (195-205). Buenos Aires: Siglo XXI. [7] El discurso radiofónico permitía tener más llegada a la masa analfabeta y pobre, en contraposición al periódico, utilizado por los socialistas para una clase letrada y con dinero para comprarlo. [8] Robert Owen Paxton. (2019). El arraigo. En Anatomía del fascismo (106-120). Madrid: Capitán Swing Libros. [9] Emilio Gentile. (2007). Conclusión. En El culto del Littorio (253-254). Buenos Aires: Siglo XXI.
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