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Reseña: El primer franquismo de Ismael Saz Campos

I. Saz Campos: El primer franquismo, Ayer, 36 (1999), pp. 201-221


El texto del catedrático de la Universidad de Valencia abarca un análisis detallado del denominado “primer franquismo” donde el mismo se encarga de analizar la construcción y configuración de la dictadura dentro del contexto nacional e internacional y su adaptación que le permite subsistir, mientras que modelo que surgieron a la par y tienen una mecánica similar terminan pereciendo.


Para ello, Saz Campos habla de una “revolución nacional”, donde compara la dictadura franquista con otras dictaduras de derecha de la época, como Francia, Austria, Rumanía o Italia (esta revolución nacional se caracterizaba por un carácter antiliberal y antimarxista).


En consonancia se genera un “parafascismo”, donde participan los mismos sectores sociales en el entramado político e institucional (medios, ejército e iglesia) que avalan la figura del dictador, siendo el fascismo un punto de referencia ideológico/político durante el periodo de entreguerras.

Esto último, genera que se constituya a lo largo de las décadas del 30 y 40 un maniqueísmo político: fascismo y antifascismo, donde los integrantes del primero (conservadores y reaccionarios), tendrían una relación de amor-odio con dicha ideología, llevada a la organización y el control social.


Aquellos que señalan el fascismo de Franco apuntan a diferentes características tales como la presencia del ejército y la iglesia y al periodo histórico, enmarcando al franquismo como un anexo del fascismo con características propias hasta el periodo 1942-1943, donde el poder es controlado por las élites tradicionales y militares, pero que adopta una fachada populista y una serie de instrumentos de organización y control propio de las dictaduras fascistas (regímenes definidos como populistas y nacionalistas).


Junto con esto, se da una fascistización de las élites tradicionales (conservadores españoles), los cuales, junto a otros grupos similares, persiguen objetivos comunes relacionado a lo económico y social.


Por último, da a entender la imposición, configuración y evolución de la dictadura franquista como resultado de un proceso en el que componentes del compromiso autoritario pugnaron para imponer su propia hegemonía.


El autor divide su trabajo en tres partes: la Segunda República como terreno de formación de las estrategias antidemocráticas, la Guerra Civil (donde se asientan las bases del nuevo régimen) y la Segunda Guerra Mundial, donde se fija el compromiso autoritario.


El proceso de fascistización de la derecha tiene su núcleo en la inspiración que tienen los monárquicos en torno a la Renovación española y la Acción española, inspirada en el partido Acción Francesa, que tenía como eje un modelo antidemocrático con un modelo institucional de estado autoritario.


Dichos grupos de extrema derecha se conforman bajo la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas), la cual logra captar sus votos bajo un modelo de masas con eje en el antimarxismo y antiparlamentarismo, constituidos por el nacionalismo y el populismo, refiriéndose ellos como el pueblo católico.


Esto choca con los monárquicos, los cuales no eran populistas y su noción de nacionalismo llegaba hasta las clases dominantes y las elites tradicionales.


Dichos grupos fracasan para 1936, ya que el Frente Popular (coalición de partidos de izquierda) gana las elecciones de febrero, producto de la incapacidad de los grupos tradicionalistas y del CEDA (ante la derrota, se apeló al ejército).


Las razones del fracaso radican en la debilidad y el atraso de las clases medias, ya que las clases medias fuertes y modernas existían en Cataluña, País Vasco, Valencia y Madrid, pero estas se dividieron, debido a que la gran mayoría apoyó a la izquierda.


No seguían un patrón como las clases medias del norte de Italia, las cuales se aliaron a Mussolini, sino un modelo más parecido al de Francia, mostrándose reacios al fascismo y apoyando una coalición de izquierda llamado Frente Popular, generando que el grueso del electorado burgués se divida entre izquierda y derecha, dejando de lado al fascismo.


Esto lleva a que la única forma de derribar a las democracias sea a través de la vía militar (en el caso francés mediante un proceso externo e indirecto como fue la Alemania Nazi y un proceso interno y directo como la Guerra Civil en el caso español). La clave del fracaso del fascismo en la República fue las contradicciones sociopolíticas de la sociedad española en comparación a otras naciones como la italiana.


La guerra civil potencia al partido fascista español y a las JONS (Juntas ofensivas Nacional-Sindicalista), la cual constituía un partido totalitario que quería articular el estado a los sindicatos. Dicho grupo fascista se uniría a otro, la Falange Española, liderada por Primo de Rivera y Franco en 1934 dando paso a la Falange Española de las JONS. Al potenciarse, le permite crearse como un partido de masas y dar paso a un golpe de estado en julio del 36, que luego se transforma en una guerra civil.


La guerra se nuclea bajo la política de masas, que promulgaba una lucha contra la democracia liberal, constituida en una estructura y vocación militar, como tradicionalistas y falangistas. Esto hacía una diferencia con los conservadores monárquicos, ya que tenían un discurso político desactualizado entre los sectores sociales, mientras que los fascistas tenían un discurso moderno y revolucionario que se encontraba presente en todo el territorio y su metodología consistía en la implantación de la violencia, algo acorde al contexto de la guerra civil.


Tanto conservadores como fascistas se transforman en los principales actores entre las masas sublevadas, donde los falangistas aspiraban a transformarse en el partido único del nuevo estado. Este objetivo chocaba con la realidad, ya que la falange en su interior estaba dividida y desorganizada, derivando en luchas entre integrantes como era el caso de los monárquicos, los medios económicos, la iglesia o el ejército.

Bandera de la FET de las JONS


Ante ello, deriva en la unificación, integrando falangistas y tradicionalistas, bajo el partido FET de las JONS (Falange Española Tradicionalista y de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista o Movimiento Nacional), con esto, el estado capturaba al partido, con un líder que se autoproclamó jefe máximo del partido y se disponía a enviar a prisión a los integrantes disidentes de su propia coalición.


El partido es subordinado bajo la figura de Franco, constituyendo los falangistas el sector más fiel al mismo. El primer gobierno del régimen se basó en la coalición donde cada sector recibía su parte sin interferir en la del otro: militares recibían el orden público, católicos la educación y la justicia, militares, monárquicos y católicos se dividían lo económico y falangistas los ministerios sociales y la administración del partido.


Luego comienza el periodo de fascistización donde se dan elementos tales como el Fuero del Trabajo, se crean delegados de distritos, secciones y calles y proyectos sindicales, imitando a los regímenes fascistas (principalmente el italiano), siendo el Fuero del Trabajo una síntesis entre principios fascistas y tradicionalistas.


Según la interpretación dominante, con el final de la Segunda Guerra Mundial, se da la derrota del Eje y permite la evolución de la dictadura franquista, ya que, ante la caída del fascismo, la dictadura franquista se acomoda al nuevo panorama internacional. Este proceso se divide en tres periodos:


1939-1941: el eje obtiene una numerosa cantidad de victorias y avanza exponencialmente el proceso de fascistización. Ante las derrotas, comienza el declive de las armas fascistas que permite la aceleración del proceso de desfacistizacion, culminando en 1943 con la destitución de Mussolini y finalizando con el final de la guerra, en 1945.


El periodo más relevante fue el primero, ya que significó el punto más alto de la fascistización del régimen, siendo la fachada totalmente fascista, donde el dirigente del FET y de las JONS (Ramón Serrano Suñer) y los dirigentes del ministerios, propaganda y prensa, son falangistas (se da una expansión dentro de las juventudes, los sindicatos y las mujeres).


Los falangistas sabían que, con la guerra, se estaba jugando su futuro, en donde la revolución se puede llevar a cabo sobre la base de la intervención en la guerra, para esto, en 1941 lanzan una serie de campañas en la prensa y actos públicos para reclamar más poder a la Falange, evitar la censura del partido y lograr la dimisión de una serie de ministros y jefes provinciales que significaban un problema.


Luego de 1945, la iglesia refuerza su presencia social e institucional bajo un discurso nacional-católico. Las cortes corporativas son representadas en un nuevo tipo de “democracia” orgánica y española, proclamándose un nuevo fuero en 1945, denominado como el Fuero de los españoles, que establecía una serie de derechos, libertades y deberes para la población y tenía como objetivo hacer olvidar el Fuero del trabajo por su connotación fascista.


A su vez, se alude a los españoles, haciendo alusión a un grupo nacional y no a la ciudadanía (concepto de masas por sobre el concepto liberal de individuo). Se utiliza la fachada del referéndum para dar una legitimidad, donde se aprueba la ley de sucesión que define a España como un reino (también habría elecciones municipales y sindicales).


*El presidente de los Estados Unidos, Dwight Eisenhower y Franco en Madrid, 1959


El régimen desfastizado de los 50-70 comienza a reconocer a sus trabajadores derechos que habían sido reconocidos por Alemania e Italia en la década del 30, pero su dinámica y bases habían quedado establecida en el periodo de 1937-1945.


Fijándose un equilibrio en el seno de un compromiso autoritario, más estable que en el resto de los países fascistas. Esto se basó en un supuesto, donde el gobierno se encuentra por encima de un partido único y dicho partido no corromperá al estado como había pasado en el resto de las naciones, derivando en el respeto de principios de instituciones, élites tradicionales y clases.


El régimen de Vichy fue el más parecido al franquista, pero guarda sus diferencias. Por ejemplo, Philippe Pétain no fue tan lejos en la fascistización como Franco y se caracterizó por ser muchísimo menos sanguinario que el generalísimo, como tampoco en Francia había una figura tan fuerte y central como la del caudillo en España.


Las clases medias españolas y francesas actuaban igual, principalmente porque en la España republicana habían tomado como referencia a las clases medias francesas, virando hacia una ideología de izquierda y transformándose en un freno al fascismo y al franquismo.

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